domingo, 19 de abril de 2009

Bye Ballard


Es imposible hacer una síntesis o un obituario para él porque Ballard escribió sobre nuestros últimos 50 años con una lucidez tan violenta como insoslayable, al punto de fue susceptible de ser filmado tanto por Spielberg como por Cronenberg. Y no escabulló nada, no se guardó nada: profesionales jóvenes que se comen a sus propios perros, los campos de concentración de Shangai, los suburbios de Londres, la ciencia ficción, las parafilias y su pornografía el aporte histórico de las vanguardias, el hacinamiento metropolitano, Elizabeth Taylor decapitada, el terrorismo doméstico. Están ahí “Crash”, “Rascacielos” y “La exhibición de las atrocidades” para probarlo. Una literatura molesta, valiente, extraña, casi siempre precisa, de una elegancia perversa. Incluso, supo despedirse en regla de todos nosotros, sus lectores: “Los milagros de la vida”, su autobiografía final, es una de las despedidas más sinceras jamás redactadas, un ajuste de cuentas con la muerte que se avecina mientras se habla de un siglo maravilloso, monstruoso e inentendible. Como él, como su literatura.

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